La Unesco declaró la trashumancia estacional en el último diciembre Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

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La amplitud de esta actividad ganadera alcanza a España y a otros nueve países: Albania, Andorra, Austria, Croacia, Francia, Grecia e Italia. En España fue el rey Alfonso X el Sabio quien instituyó en 1273 “el Concejo de la Mesta de los pastores del mio reyno”. Esta iniciativa pretendía ordenar el traslado de los ganados cruzando el territorio buscando los mejores pastos y el clima más benigno.

A mediados del siglo XX los sistemas ganaderos tradicionales entraron en crisis y empezó un progresivo abandono del medio rural que no se ha corregido a día de hoy. En el caso de los ganados trashumantes la reducción de las cabezas de ganado ha disminuido considerablemente, rondando en la actualidad ochocientas mil.

Esta necesidad dio lugar al establecimiento de las vías pecuarias que ocupan miles de kilómetros. Algunas muy modificadas. Tal es el caso de la calle Alcalá de Madrid, parte de una cañada real, donde hace años tuve oportunidad de contemplar el paso de rebaños ovinos previa retirada de los automóviles.

Esta distinción me permitirá relatar brevemente, como transcurrió la convivencia entre mesteros y labradores que no fue siempre pacífica. Tomaré para ello el relato que en 1996 hizo Eloy Terrón en su presentación de la obra Agricultura General escrita por Gabriel Alonso de Herrera, publicada en 1513.

La agricultura de Castilla, que abarcaba la Región leonesa, Castilla la Vieja, Extremadura, la Mancha y una parte importante de Andalucía, constituyó una actividad fundamental, estrechamente limitada por el régimen de propiedad y por las condiciones sociales y políticas de los propietarios de las tierras, nobleza y clero. Naturalmente estas clases sociales necesitaban de la agricultura, puesto que de ella obtenían parte de sus riquezas y parte de su subsistencia. Sin embargo, la base de la alimentación de las clases altas (nobleza y clero) era la carne y sobre todo la de carnero (fijen su atención en la proximidad etimológica entre carne y carnero). Esta fue la razón principal para considerar como riqueza preferente por las clases privilegiadas los rebaños. Parece claro que en las tierras frías de la meseta del Duero, los rebaños solo podían tener un desarrollo raquítico, puesto que disponían de abundantes pastos al final de la primavera y en el verano; en el invierno no había pastos disponibles. La búsqueda de tierras con clima suave fue una de las razones de la Reconquista contra los infieles que ocupaban la parte sur de la península. También esto motivó la desaparición de los ricos cultivos agrícolas de los hispanoárabes, que se convirtieron en pastaderos. Desde la conquista en el siglo XIII de una parte importante de Andalucía, existió la posibilidad de llevar rebaños desde la meseta a invernar en las faldas de Sierra Morena. Los rebaños se trasladaban lentamente, alimentándose durante el viaje, una vez al comienzo del verano hacia el norte y, otra vez, al comienzo del otoño hacia el sur.

No debió ser nada fácil el nacimiento y la implantación de la trashumancia en aquello difíciles años de los siglos XIV y XV. Los desórdenes y la belicosidad de la nobleza concluyeron en establecer un poder único para delegar en éste el derecho a usar la fuerza y que defendiera los intereses y privilegios de todos. La nobleza decidió apoyar a los Reyes Católicos, que debieron dar seguridades sobre respetar sus haciendas. La Corte de Toro de 1505 al legislar sobre los vínculos y mayorazgos vinieron a satisfacer todas las apetencias de los nobles.

Con el establecimiento del poder central, personificado en la corona como poder arbitral, el feudalismo castellano entró en una nueva etapa que habría de tener graves consecuencias para la producción agrícola y artesanal. Durante el reinado de los Reyes Católicos adquiriere un alto poder el Honrado Concejo de la Mesta, alzándose así la ganadería sobre la agricultura. Un ejemplo lo brinda la prohibición de introducir nuevos cultivos que no estuviesen sometidos al pago de diezmos a la iglesia. La vigilancia corría a cargo de los clérigos. Estos impedimentos legales tuvieron graves consecuencias para los cambios que se aproximaban con la llegada de los nuevos cultivos desde América. Pese a esta situación, Gabriel Alonso de Herrera fue enviado a Italia para formarse en Agricultura, al tiempo que los tratados de agricultura de los geóponos árabes se ocultaron, hasta que en el siglo XVIII, con la llegada de la ilustración, el rey Carlos III autorizó su traducción para activar la agricultura con los conocimientos que aportaron. La extensión de los cultivos que se llevó a cabo durante el siglo XIX tuvieron como consecuencia una notable reducción de los pastos, perjudicando, por tanto, al desarrollo ganadero y beneficiando a los animales de labor. Las exportaciones de lana llevadas a cabo a mediado del siglo eran tres veces menores que en el siglo anterior. En el año 1841, España importaba lana sajona y hubieron años (1874 y 1896) en los cuales las importaciones superaron a las exportaciones.

 

Julio C. Tello Marquina, profesor emérito de la Universidad de Almería

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