La publicación ‘Inflación, políticas y sociedad’, ha sido presentada en Almería con las intervenciones de Manuel Hidalgo, coordinador del volumen, Eduardo Baamonde, presidente de Cajamar, y Manuel Gutiérrez, director de la colección de estudios Mediterráneo Económico
La gran demanda de bienes, tras la salida de la covid-19, las dificultades de ajuste de las cadenas de distribución globales y la continuidad de medidas dispares entre países para luchar contra las oleadas posconfinamiento, provocaron un repunte de los precios repentino e intenso, sin precedentes en al menos dos décadas. Posteriormente, la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin y el estrangulamiento del suministro de gas natural a Europa empujaron los precios hacia arriba, por el canal más delicado, el de la energía, haciendo temer que pudiéramos estar entrando en un entorno similar al de las crisis energéticas de los años 70. En este escenario toda una generación de españoles no tenía experiencia previa sobre un proceso inflacionario, ni siquiera sabía en qué consiste y, por lo tanto, no guardaba recuerdo de sus consecuencias y peligrosidad. Por ello la colección de estudios Mediterráneo Económico ha dedicado su último volumen al estudio de este tema con el título de ‘Inflación, políticas y sociedad’, que ha sido presentado en Almería por su coordinador Manuel Alejandro Hidalgo, quien estuvo acompañado por el presidente de Cajamar, Eduardo Baamonde y el director de la colección de estudios, Manuel Gutiérrez Navas.
Cualquier persona interesada encontrará en las páginas del volumen muchas derivadas del fenómeno inflacionario: los efectos distributivos, la repercusión en los mercados financieros o la vinculación con el mercado de trabajo. Manuel Alejandro Hidalgo Pérez, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y especialista en el análisis económico, ha sido la persona encargada de coordinar este número. Hidalgo ha contado con una nómina de 20 autores especialistas que, a través de 14 capítulos, ayuda a entender cómo hemos pasado en España de tener una inflación por debajo de los niveles objetivo del Banco Central Europeo a llegar al 10 %. Además del proceso, se reflexiona sobre la naturaleza de «esta» inflación, qué la hace distinta a brotes anteriores, cuáles han sido sus causas, las evidentes y las no tan manifiestas, sus consecuencias, las herramientas y medidas que se han puesto en marcha y hasta las teorías económicas que se encuentran detrás de las diversas interpretaciones y soluciones que se le han dado.
Manuel Alejandro Hidalgo destacó en su intervención que en nuestro país fueron el fuerte aumento de la demanda tras la resolución de la crisis sanitaria, junto con los problemas emergentes en las cadenas de suministro globales, los que desencadenaron el incremento de precios entre 2021 e inicios de 2022; cobrando especial relevancia los movimientos específicos en los precios de la energía y, posteriormente, de los alimentos y otros bienes industriales. De modo que los aumentos en los costes de producción y, en menor medida, los márgenes empresariales y los salarios, son principalmente los que explican el aumento inicial de la inflación y, después, su disminución.
Por su parte, Eduardo Baamonde hizo hincapié en el especial impacto de la inflación en el sector agroalimentario, «que fue uno de los más afectados por los aumentos iniciales de los costes de las materias primas, principalmente piensos, fertilizantes y energía. Su escalonado traslado a los precios de los alimentos ha reducido la intensidad del impacto sobre la economía familiar, pero también es el principal capítulo en el que las familias continúan visibilizando sus efectos».
El director de la colección de estudios Mediterráneo Económico, Manuel Gutiérrez, señaló que «desde Cajamar también queremos contribuir a luchar contra la inflación y sus efectos con la difusión del conocimiento en torno a ella, lo que contribuye a reducir la incertidumbre, como se puede leer en estas mismas páginas, además de seguir aportando la labor de los profesionales que, a diario, atienden a nuestros socios y clientes, ofreciéndoles consejo y soluciones a medida para afrontar sus proyectos familiares o empresariales.
Un viejo problema económico
Así las cosas, la inflación, un viejo problema económico que creíamos vencido, ha vuelto a convertirse en el protagonista de la información económica. Inicialmente, los análisis del Banco Central Europeo ─cuyo principal mandato es la estabilidad de precios─ nos hablaban de un choque intenso, pero de corta duración, que sería superado en cuanto las cadenas de suministro se reajustaran. No fue así, posiblemente por el posterior shock energético. Lo cierto es que llevamos más de dos años de lucha contra la inflación y que las previsiones más optimistas no nos sitúan en la senda del objetivo de estabilidad de precios ─el 2 %─ hasta 2025.
Este episodio ha puesto de manifiesto algunas cuestiones que van mucho más allá del mero análisis de coyuntura económica. Por ejemplo, se ha podido comprobar cómo las dos teorías con las que los economistas se manejaban para tratar la inflación no han sido capaces de explicar todo lo que ha pasado y está pasando. O cómo el fenómeno es mucho más complejo de lo que parecía a simple vista y ni siquiera los bancos centrales han sido capaces de controlar su evolución.
Ganadores y perdedores
La inflación genera «ganadores y perdedores». Los deudores, por ejemplo, ven reducida la cantidad de dinero a devolver si los intereses de dicha deuda no están indexados con el IPC. Los consumidores, por su parte, ven reducida su capacidad de compra, lo que inmediatamente nos lleva hacia la cuestión de la distribución de la renta y la afectación diferencial de la inflación a las diversas capas de la sociedad. No en vano se la conoce también como el impuesto de los pobres. No todas las familias pueden dedicar la misma cantidad de su renta al consumo. Habitualmente, las de menor poder adquisitivo se ven obligadas a dedicar una mayor cuota de sus ingresos que las ricas al gasto en bienes y servicios de consumo. Una inflación elevada y prolongada en el tiempo merma su capacidad de compra y disminuye su potencial de ahorro. Por otra parte, dado que la inflación no afecta por igual a todos los tipos de bienes, ni en tiempo ni en intensidad, se genera una incertidumbre que, en casos extremos, hace prácticamente imposible el desempeño normal de las empresas y de la economía.