Julio C. Tello Marquina: Profesor emérito

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Sobre la sequía y el agua

A algunos la naturaleza de los tiempos modernos no produce, a menudo, una sensación de vacío y falta de sentido. Me preocupa este relativismo reinante que no permite distinguir lo verdadero de lo falso, el bien del mal. Prefiero la visión clásica que afirma que hay cosas objetivamente buenas y otras malas, al margen del disfraz y la forma. En el caso de la prensa diaria sobre la sequía del presente 2022, surgen propuestas que reflejan la “naturaleza de los tiempos” a la que me refería anteriormente.

La primera pregunta que me planteo es si es que anteriormente, en el siglo pasado y en el presente, no hubieron periodos de sequía comparables al actual. Yo recuerdo algunas, pero no retuve en mi memoria si se propusieron tantas soluciones como en la actualidad. Cabe suponer que si hubieron propuestas y lo que no se es si se pusieron en marcha como se insiste para la actual sequía.

La sequía en Europa – se recoge en titulares destacados – alcanza al 64% del territorio de la Unión y se ha establecido un nivel de alerta o prealerta por la escasez de agua en las reservas hidráulicas. La reducción del caudal de grandes ríos europeos, como el Loira y el Garona en Francia. En Alemania, en las llamadas “piedras del hambre” del fondo de los cauces que se han hecho visibles con el descenso del caudal, se puede leer: “si me ves llora”. En España el nivel de los embalses es comparable al alcanzado en 1995. En el Reino Unido, la sequía es comparable a la sufrida en 1972. Estos ejemplos, no son los únicos, llevan aparejadas, y la prensa se hace eco de ellas, posibles soluciones. Por enumerar algunas, desaladoras del agua del mar; depurar para reciclar las aguas utilizadas, lo que se ha dado en llamar aguas regeneradas; utilización de drones y sensores para aprovechar al máximo los recursos hídricos en el suelo; recargas de acuíferos; recuperación de acequias construidas en la edad media para paliar la sequía el siglo XXI; y, sembrar nubes utilizando para ello yoduro de plata o hielo seco, que sirve, también, para evitar la descarga de nubes, especialmente, si se teme que sea de granizo. No son nuevas. ¿Por qué no se han desarrollado cuando otros periodos de sequía anteriores ocurrieron? ¿Se desarrollarán y extenderán a partir de éste 2022? Mucha investigación y experimentación serán necesarias.

Quizás la tecnología más desarrollada y con mayor experiencia acumulada sea la desalinización del agua del mar. Creo útil dar alguna información al respecto.

¿De cuánta agua disponemos en el planeta?. Es común saber que el 70% del volumen de la tierra es agua. De ese porcentaje sólamente el 3% es agua dulce. De ese 3% el 70% está congelada y de la que no lo está, las tres cuartas partes está contaminada. Parece claro que, a día de hoy, el agua es un bien escaso.

Se ha descrito que en España hay 800 plantas desalinizadoras. Por delante se encuentran Arabia Saudí, Estado Unidos y los Emiratos árabes. Si las desaladoras españolas estuvieran a pleno rendimiento, podrían producir agua potable para abastecer a 34 millones de personas, aproximadamente el 70% de la población.

La potabilización tiene un costo y pueden convertirse en un foco de contaminación. De cada litro de agua desalada se obtiene en torno de medio litro de agua para consumo. La otra mitad es salmuera con una elevada concentración de sales que se devuelven al mar, con el impacto ambiental que se supone puede producirse. Para dar una solución a esta posible contaminación, la Unión Europea promueve un proyecto (Sea 4 Value), dentro del marco de la economía circular, que pretende extraer del residuo minerales como el magnesio, litio y las conocidas como tierras raras para ser utilizadas en la industria tecnológica.

Recientemente el agua ha comenzado a cotizarse en la bolsa de Wall Street en Estados Unidos. Si la sequía es preocupante en si misma, si se le añade la especulación bursátil, se origina una alarma. Alarma que se ha concretado en dos posturas diferentes. Desde que empezó a cotizarse hace dos años, los precios del agua se han triplicado y, en California, los precios son los más altos de su historia. La postura opuesta, sostenida por los detractores de esta medida, que alegan que es inmoral sacar beneficios de un derecho inalienable de los seres humanos.

Desde la Organización de las Naciones Unidas se ha comunicado que “no se puede poner al agua un valor como si fuese un bien mercantil. Si los derechos humanos se compraran y vendieran, los pobres no tendrían derechos”. Realmente, se trata de la vieja discusión entre lo público y lo privado. Veremos donde termina la cuestión.

Parece conveniente recordar que en España el agua es gratis. La Constitución y la Ley de Aguas de 1985, estipulan que “es un bien de dominio público estatal y no se puede vender y comprar”. Lo que se cobra es la conducción, la potabilización, la depuración…

Cuando en diciembre de 2020 los derechos sobre el uso del agua empezaron a cotizar en la bolsa de Walt Street empezaron a aparecer vaticinios nada tranquilizadores. Los mercados que suelen tener olfato muy fino para detectar tendencias, comienzan a especular que podría ocurrir en situaciones de emergencia hídrica.

La inteligencia artificial (IA) ayuda a tener en cuenta todas las variables para favorecer la cooperación y el alcance de soluciones antes de que estalle el conflicto. Sin embargo, el uso de la IA puede servir para detectar focos donde hacer negocio con las “guerras del agua”

Julio C. Tello Marquina

Profesor emérito

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