La ciencia ficción es para algunos autores tan antigua como el hombre. La imaginación humana creó fantasías que respondían a la incapacidad de la razón para explicar algunos fenómenos sobrenaturales. Algunas fantasías empezaron a concretarse con el desarrollo científico, hasta el punto que en la actualidad las empresas públicas y privadas han comenzado a explorar mundos ficticios para probar nuevas propuestas, que fueron difundidas en la sociedad a través del cine y otros medios de difusión, contribuyendo de esa forma a cambiar el comportamiento de los humanos. Así, por citar empresas, Apple, Kodak, Motorola, Disney, Visa, Intel, Coca-cola, Ford; organizaciones y organismos multinacionales, como la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), que contratan los servicios de Sci-Futures que cuentan con una plantilla de centenares de escritores para que desarrollen perspectivas económicas, sociales o medioambientales que posibiliten el desarrollo de un nuevo dispositivo o concepto. En el caso del Equipo Rojo, creado por el gobierno francés, donde los escritores de ciencia ficción que trabajan con militares para establecer las hojas de ruta de la geopolítica y del futuro de conflictos armados.
No debería extrañarnos que se haya resumido el papel de la ciencia ficción de la siguiente manera tan escueta: La ciencia ficción raramente trata sobre el futuro, trata, principalmente, de cambiar el presente. Clara es la intención.
Desde esta forma de ver, se aportan pensamientos más audaces que inspiran nuevas líneas de emprendimiento. Es más fácil, así, generar ideas tecnológicas frías o datos complejos usando la narrativa como atractivo para que el público las asimile. Ese es el propósito de la guía publicada por la reputada consultora Price Waterhouse Cooper (PWC) que explica como usar la ciencia ficción para “explorar la innovación”. La justificación es realmente aclaratoria: “usando ficciones narrativas las organizaciones pueden iniciar conversaciones para su propia innovación. Los mundos ficticios permiten explorar nuevos productos y usos, sin restricciones de dinero o capacidad tecnológica que obstaculicen la creatividad”.
La recomendación de la que fue ministra de las fuerzas armadas de Francia, es para recordarla: “Hay que acostumbrarse a creer en lo imposible, imaginar lo inimaginable y cuestionar lo que ayer, todavía, parecía inmutable”
La ciencia ficción no es solo naves espaciales o extraterrestres. Respetados escritores han anticipado el futuro. Desde William Gibson que acuñó el término ciberespacio en 1984, hasta Edward Bellamy que predijo en 1988 el uso de las tarjetas de crédito. Estas propuestas se materializaron en la realidad porque los inventores y científicos se inspiraron en su atractivo conceptual. El uso dentro de un mundo imaginario fue posible en la literatura, la televisión o el cine, que permitieron convertir parte o todo de ese futuro en el hoy. Se comprende así como el sector empresarial fomenta la creatividad de la ciencia ficción.