Leía recientemente como las radiaciones del espacio por el que circulan los vuelos espaciales, incrementaban las mutaciones en las bacterias que generan resistencias a los antibióticos y alteran el sistema inmune de los astronautas.
La información trajo a mi memoria el accidente de la central nuclear de Chernobil, ocurrida el 28 de abril de 1986, cuando explotó el reactor número cuatro. Aparecieron, entonces, en la prensa informaciones donde se decía que en dicha toponimia no podría desarrollarse vida durante milenios. Sin embargo, un “hongo negro”, como se le denominó por los investigadores, comenzó a crecer en 1991 en el área de más alto nivel de radiación. Las especies que se identificaron fueron Cladosporium sphaerospermum, Cryptococcus neoformans y Wangiella dermatitidis, conocidas desde hace muchos años por causar enfermedades en los seres humanos y animales. ¡Sólo habían transcurrido 5 años desde el accidente!
Tratando de buscar una explicación a este suceso, investigadores de la Universidad de Oviedo, pusieron en evidencia que esos hongos microscópicos contenían una gran cantidad de melanina. La melanina, como es de conocimiento común, es la sustancia encargada de proporcionar el color a la piel en los seres humanos. Los microbios eran capaces de transformar la radioactividad en energía para su desarrollo. Este hecho evoca como las plantas utilizan la energía solar para generar energía con la mediación de la clorofila.
La elevada cantidad de melanina es lo que les confiere un color oscuro que motivó su denominación de “hongos negros”. Se han encontrado ranas en los charcos al pie del reactor averiado, ranas que han perdido su brillante color verde y lo han cambiado por un color pardo oscuro que puede llegar a ser negro en algunos ejemplares.
El descubrimiento abría un camino sorprendente, pues no se trata de un ser vivo que se protege de la radioactividad, sino que se “alimenta” de ella.
¿Qué aplicaciones prácticas se han propuesto para este descubrimiento?. La investigación se ha orientado hacia la investigación espacial. Uno de los problemas más importantes que acarrea viajar al espacio exterior son los elevados niveles de radiación. Este descubrimiento podría servir para entender los mecanismos que servirán como protección frente a las exposiciones a las radiaciones cósmicas dañinas para los astronautas.
Julio C. Tello Marquina
Profesor emérito