Un ejemplo más de la inteligencia de las ratas
Las ratas han sido siempre animales repudiados por los seres humanos en general. No solo su aspecto, también su hábitat en alcantarillas y los daños que provocan han servido de fundamentos para su repudio. Los pequeños roedores causan daños en los cultivos y en los almacenes donde se conservan las cosechas. Paradigmáticos son los desastres que ocasionan los topillos en las plantaciones y la dificultad para efectuar un control eficaz. Todavía recuerdo cuando el uso en las ciudades de cebos con estricnina, tuvieron que ser sustituidos por otro hemorrágico, dado que aquel producía la muerte de las ratas muy cerca del lugar donde se situaba el cebo envenenado. Los ejemplares que llegaban al lugar donde se situaba el veneno y veían muertos a los que llegaron a comer primero, no comían.
Ese repudio es también preventivo. Las ratas son transmisoras de enfermedades que afectan a los animales, entre ellos a los humanos. Quizás la más llamativa a lo largo de la historia de Europa, fue la peste negra o peste bubónica, cuyo agente causal es una bacteria (Yersinia pestis), que vive en las ratas y es transmitido no sólo por sus mordeduras, si no por las pulgas que las parasitan. Según fuentes históricas, la plaga llegó en 1340 a la llamada Horda de Oro, un pequeño estado mongol que mantenía contactos comerciales con la República de Génova. En una de las distintas disputas entre mongoles y genoveses, se utilizaban ratas en el combate. La peste fue el arma más eficaz y los genoveses huyeron. El germen mortal llegó a Mesina, en Sicilia, en 1347. La pandemia empezó a remitir seis años después. Se ha sugerido que murió la mitad de la población europea.
Recientemente ha aparecido una información sobre el desarrollo de una investigación que dirige una adiestradora de ratas, Donna Kean, que entrena ratas en Morogoro (Tanzania), dentro del proyecto Hero Rats. Los ejemplares con los que trabaja, han sido entrenados para colarse bajo escombros y llegar hasta los supervivientes de un derrumbamiento. Los animales van equipados con una mochila donde lleva un equipo de video, un rastreador de ubicación y un micrófono, de manera que los supervivientes puedan comunicarse con los equipos de rescate. Un pitido llama de regreso a la base, donde son recompensadas. Su adiestradora afirma que son perfectas para labores de rescate por ser listas – ya lo sabemos – y se cuelan por sitios imposibles. Las preparan también, para localizar minas antipersonas: son más ágiles y ligeras que los perros.
Esperemos las aplicaciones de esta investigación que sería muy útil en circunstancias mas que angustiosas.
Julio C. Tello Marquina
Profesor emérito de
Protección y Producción Vegetal