El permafrost que conforma la tundra siberiana, debido al incremento de temperaturas se está convirtiendo en un terreno legamoso. Recientemente en el lodo se ha aislado un microbio (rotifero) que pasó 24.000 años aprisionado por el hielo. ¿Cómo aguantó tantos siglos? Parece que lo hizo mediante la “criptobiosis”, estado donde se produce una casi completa suspensión de la actividad celular.
No es el único caso. En Siberia se han encontrado virus gigantes en amebas. Son visibles al microscopio óptico. Se calculó que estuvieron atrapados durante más de 30.000 años a 30 metros de profundidad en la tundra ártica.
No puede descartarse que algunos organismos patógenos puedan “revivir” e infectar a los seres vivos. Algunas sugerencias pueden apoyar esta posibilidad.
Investigadores rusos muestrearon lugares históricos, donde se produjeron enterramientos de ganado afectados por la bacteria que causa el ántrax (Bacillus anthracis). En 2016 murió un niño y un centenar de personas se contagiaron de ántrax. La hipótesis utilizada para explicar esta epidemia fue: hace unos 75 años pudo morir un reno por causas de la enfermedad y su cuerpo quedó atrapado en el suelo helado hasta que el calor lo liberó, diseminando la bacteria en el agua de un lago y en los terrenos circundantes. Desde entonces las autoridades siberianas vacunan a cientos de miles de renos, cada año, para que no desarrollen las bacteriosis.
Un ejemplo más lo brinda el hecho de haber encontrado en la tundra de Alaska fragmentos de ácido ribonucleido (ARN) del virus responsable de la pandemia de gripe de 1918.
Hay mucha materia orgánica congelada durante más de 10.000 años en el permafrost del Ártico. ¿Qué nuevas sorpresas nos esperan cuando empiece a descongelarse?