Las ciencias ómicas y la alimentación

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Parece procedente enumerar cuales se consideran ciencias ómicas.

Genómica estudia el ADN (ácido desoxirribonucleico) (estructura, función, evolución) y la interacción entre genes, así como su papel en el desarrollo y funcionamiento de los seres vivos.

Transcriptómica analiza el ácido ribonucleico (ARN) y la expresión de los genes. Controla los mensajes que se envían dentro de las células.

Proteómica investiga las proteínas que utiliza un organismo.

Metabolómica trabaja sobre los metabolitos y sus procesos que son producidos y utilizados en el cuerpo.

Microbiómica trabaja los microorganismos (hongos, bacterias, virus) del cuerpo humano, de los alimentos y del medio ambiente.

Epigenómica aborda los cambios fundamentalmente relevantes en el genoma (expresión de los genes) que implica cambios en la secuencia del ácido desoxirribonucleico (ADN)

Glicómica se enfoca en entender como los azúcares o carbohidratos (glicanos) se organizan y como afectan a las funciones biológicas

Todo el conjunto de soluciones que se han encontrado con las aplicaciones de las ciencias enumeradas, abarcan desde nuevos alimentos o ingredientes más saludables, detectar contaminaciones o patógenos en los procesos de producción, que mejorarán la calidad y seguridad de los alimentos, o, desarrollar una nutrición de precisión adaptada a cada individuo que ayudará a prevenir enfermedades. Son tecnología del siglo XXI que cuentan con mucha capacidad de análisis, dicen insistentes sus defensores. Desde el IMDEA (Instituto Madrileño de Estudios Avanzados) afirman que las empresas que deseen innovar generando un producto nuevo tienen mucha más seguridad en lo que están produciendo y pueden saber cual será el impacto real.

Las aplicaciones de las técnicas ómicas son de lo más variado. Así, contribuyen al desarrollo de nuevos probióticos y prebióticos que actúan sobre la multiplicación de la microbiota intestinal, que incide sobre la salud. Ayudan a desarrollar nuevos alimentos enriquecidos con bioactivos que contribuyen a prevenir enfermedades. Mejoran procesos fermentativos en productos como yogur, queso, kéfir o cerveza. Sirven para detectar fraudes y adulteraciones de los alimentos. O, para localizar agentes alérgenos en un producto que pueden causar alergias alimentarias.

Estas tecnologías, como la genómica y la transcriptómica se utilizan para seleccionar cepas de levaduras con las que producir vinos y cervezas con mejores características organolépticas.

Alguna empresa ha desarrollado comida en polvo vegetal utilizando la metabolómica y proteómica para conocer las disponibilidades de las proteínas formuladas que sean fácilmente absorbibles por el cuerpo humano.

En la Universidad Autónoma de Madrid y el IMEA, utilizando avanzados análisis genómicos ofrecen recomendaciones nutricionales muy precisas para prevenir que se desarrollen ciertas enfermedades en el futuro.

Parece que las tecnologías ómicas tendrán una influencia notable en la alimentación del futuro. Esperemos que el uso nos aporte informaciones útiles y baratas.

 

Juli C. Tello Marquina

Profesor emérito

Universidad de Almería

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